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NIÑO INMIGRANTE

La historia de un niño inmigrante Hicham

Canarias 7, 2006-03-24

Santa Cruz de Tenerife
Con 14 años no se tiene miedo. No hay muro demasiado alto para escalar, ni río demasiado ancho como para no atravesarlo de un salto, ni océano demasiado grande para cruzarlo en una pequeña patera con 32 personas. Hicham Bouhrouz no miró hacia atrás, no reflexionó cuando llamaron a la puerta de su casa en el Sáhara para coger una patera que partiría desde Tarfaya, Marruecos. «El único miedo que pasé fue cuando, tras ver la costa de Lanzarote, los subsaharianos empezaron a levantarse y casi volcamos, yo sabía nadar pero no creo que hubiera aguantado tanto tiempo», explica, sin embargo, el capitán ordenó el tumulto «sacó una machete enorme y dijo «a quien se mueva le arranco la cabeza» y nadie más se levantó».
La costa de Lanzarote fue el puerto que puso final a una travesía de 48 horas. El patrón no bajo de la barquilla y volvió a Marruecos. «Estuve cuatro días deambulando por las calles de Puerto del Carmen hasta que la policía me detuvo», afirma. Le mandaron un mes al centro de Playa Honda. Luego el traslado a Tenerife. En el CAI La Cuesta duró un día, «me fugué, no me gustaba estar allí» pero volvió, «me castigaron sentándome en una silla» cuenta con una sonrisa pícara. «Allí me trataban muy bien pero siempre me estaban amenazando con que me iban a devolver», señala, «no era muy obediente pero sí hacía lo que sabía que me podía perjudicar seriamente, no estaba dispuesto a volver a casa».
Hicham, a pesar de tener sólo 19 años, tiene las cosas muy claras, «en los centros de menores te hacen un inútil», afirma sin tapujos. De hecho el peor momento de toda su vida no lo pasó en la patera, ni en el Sáhara, ni en las calles sólo, sino cuando salió del CAI en dirección al centro de adultos. «Salí sin nada», con los bolsillos, la cabeza y las manos vacías, sin papeles «ni una orientación para encontrar un trabajo, no sabía ni lavarme la ropa» y con la presión de que, si no encuentras un trabajo a los seis meses te vas a la calle. Trabajó en la construcción, lavando coches, «pero no ganaba lo suficiente y además nadie te quería hacer un contrato, no eres nadie», afirma.
Hicham señala que la única puerta que permanece abierta cuando sales del centro de menores es el trapicheo. «Es la única forma de conseguir dinero fácil» explica. «Te puedo asegurar que casi todos los que salen de allí terminarán delinquiendo porque las puertas del trabajo con contrato están cerradas. Se empeñan en enseñarnos a leer y escribir, y eso está bien, pero es mejor que nos metan en una escuela taller y nos enseñen un oficio», sostiene. Él mismo cayó en la trampa de la ilegalidad. «La primera semana está bien cuando ves el dinero, pero la segunda las cosas no son tan fáciles, ves como puedes acabar muerto por un navajazo o en la cárcel, no vale la pena», dice.
Sin embargo, tuvo suerte. La familia de su ex novia, para quienes sólo tiene palabras de afecto y cariño, le sacó del agujero. «Me encontraron trabajo de camarero y me ayudaron a conseguir los papeles», señala, «no te imaginas lo afortunado que soy». Además, su ambiente en el trabajo no puede ser mejor, totalmente regularizado, un horario y un sueldo justo en la tasca Osuna en La Laguna, «confían en mí y me ayudan en todo lo que pueden».
Hicham mira al futuro con optimismo. «Sé que lo que me ha pasado ha sido por suerte y no lo voy a desaprovechar, yo sólo quiero ser buena gente y vivir tranquilo», dice. En la cabeza, el consejo de su hermano cuando consiguió los papeles, «piensa en el mañana y actúa para que éste valga la pena». Las armas de una triste contienda entre políticos
Un hecho en Canarias: Ninguna institución quiere hacerse cargo de los menores, ningún ayuntamiento los quiere en su municipio y hay cabildos que tampoco se muestran muy por la labor de acogerlos en su isla. La consejera de Empleo y Asuntos Sociales, Marisa Zamora, tuvo que escuchar en el Parlamento de boca de la diputada de Nueva Canarias, Francisca Domínguez, «me preocupa que los menores sean utilizados como arma arrojadiza en una lucha para ver quién queda por encima mal utilizando los términos sensibilidad, responsabilidad y humanidad». La consejera aguantó el chaparrón tirando balones fuera hacia el Cabildo de Gran Canaria.
Zamora no sólo tiene el problema de la llegada masiva sino que se enfrenta a muros muy difíciles de afrontar. Tras los duros enfrentamientos con el Cabildo de Gran Canaria, que denunciaba a todo el que quería escuchar, que casi todos los menores inmigrantes estaban en su suelo, el municipio de Santa María de Guía vino al rescate, eso sí, con la promesa de que era una medida transitoria.
La Gomera no acoge a menores «porque no tienen recursos», explica Zamora. Sin embargo, tampoco los quieren, «hay alcaldes que se niegan a que sus residencias escolares se conviertan en centros de menores a pesar de la predisposición del presidente del Cabildo». Tampoco Fuerteventura quiere asumir más responsabilidades tras las malas experiencias en el pasado y ahora que los vientos del los flujos migratorios soplan hacia otras Islas ve como la situación toma un respiro.
Zamora no descarta que tal vez haya que volver a repasar los cupos de menores inmigrantes por Isla acordados bajo el mando de Marcial Morales en 2000, «e incrementarlos porque esto no es cuestión de matemática pura sino de que aquí los cabildos tienen las competencias de guardia y custodia nosotros las de tutela y tenemos que sentarnos y llegar a acuerdos».
soluciones. La consejera regional señala que la mejor de las soluciones es prevenir, «hay que tener una reserva de plazas, hay centros cerrados que se pueden habilitar de manera rápida». También está considerando la posibilidad de construir un centro de emergencia para desde allí distribuir a los menores por las Islas.
La otra posibilidad es ir más allá del Archipiélago. Esta semana la consejera viajará junto al viceconsejero de Inmigración, Froilán Rodríguez, y el director general del Menor, José Luis Arregui, a Madrid para reunirse con la secretaria de Estado, Consuelo Rumí. En la cartera la petición de que los menores irregulares pueda redistribuirse por otras Comunidades Autónomas que no sufran los fenómenos migratorios.
Y si el problema es ya político también hay que plantearse soluciones políticas. Zamora no descarta rescatar las competencias de guardia y custodia de los cabildos. «Aunque lo pensaremos cuando las cosas estén más calmadas porque no es bueno tomar decisiones con la cabeza caliente», sostiene. Sin embargo, esto no significará la panacea, «si necesito un solar municipal y el ayuntamiento se niega a dármelo para construir un centro, estamos en la mismas», apunta Zamora.
De cualquier forma el Gobierno de Canarias se encontrará con nuevos muros. José Manuel Soria, presidente del Cabildo de Gran Canaria y en un alarde de escenificar el tradicional refrán del perro del hortelano, se niega a aceptar esta posibilidad «porque el problema está en la redistribución entre todos los cabildos». Además, se muestra muy satisfecho por la labor de los empleados. (Foto: canarias7)AMPLIAR
Visita. El presidente del Gobierno canario, Adán Martín, visitó esta semana a los menores acogidos en el albergue de San Fernando, en Santa María de Guía.

Vuelta al pasado. El presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Manuel Soria, justifica la criticada situación de los menores inmigrantes en el gimnasio de Escaleritas con cifras. «A Gran Canaria le correspondía en el reparto 75 menores, teníamos 140, se lo dijimos al Gobierno y nos contestó que eso era problema de la Corporación Insular», señala. Soria apuesta por volver a poner en vigor la circular que permitía la repatriación de menores de entre 16 y 18 años. «Queremos que la consejera nos diga claramente si está de acuerdo con que los fiscales puedan ordenar la repatriación», indica, «el Partido Popular sí está de acuerdo porque hace dos años fue muy efectivo».
Apoyo. Marisa Zamora señala que las instituciones tienen que colaborar porque «en algún sitio hay que ponerlos y mientras la ley te diga que no se pueden repatriar estamos intentando integrarlos». Según la consejera, «toda la sociedad se tiene que concienciar de que es un problema de todos y hay que arrimar el hombro». Además, el perfil de los menores que arriban a las costas ha variado. Zamora explica que son «chicos más tranquilos y más pequeños que los magrebíes que normalmente residían en los centros». Por ahora, el trabajo de la Consejería de Empleo y Asuntos Sociales, y tal como se contempla en sus competencias, no es otro que lograr la integración de todos los inmigrantes, incluyendo los menores.

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